Reino Unido aprobó su salida de la Unión Europea el 23 de junio de 2016 y, desde entonces, las únicas certezas sobre el ‘Brexit’ han sido sus incertidumbres. Dudas que hoy inquietan de manera especial al flujo de mercancías por carretera, ya que se agota el plazo para negociar las nuevas relaciones comerciales entre la Unión Europea y Reino Unido.
Londres y Bruselas apostaron por un acuerdo de transición dentro del Acuerdo de Retirada hasta el último día de 2020 para congelar los efectos de la salida del Reino Unido de la UE. Así, los británicos se han mantenido en el mercado europeo y los ciudadanos y las empresas no han notado las diferencias.
Todo esto podría cambiar a partir del 1 de enero de 2021, ya que, pese a que durante estos meses se han mantenido las reuniones para negociar la nueva relación comercial, seguimos casi en el punto de partida. El problema ahora es que la cuenta atrás está a punto de acabar.
La opción más temida, la del ‘Brexit duro’, parece la más factible a fecha de hoy. De confirmarse tal escenario, Reino Unido abandonará el mercado común quedando severamente afectadas todas sus exportaciones o importaciones desde la Unión Europea, tanto en términos de costes como de plazos de entrega. Con este escenario, las empresas británicas se encontrarían con unos aranceles con Francia o Bélgica muy similares a los que actualmente tienen con China o EE.UU.
La inflación y el encarecimiento de los bienes sería inevitable, incluidos aquellos vitales para el transporte de mercancías por carretera. Neumáticos, piezas de recambio, los propios vehículos…; experimentarían subidas de precio difícilmente asumibles por muchas empresas británicas.
Otra consecuencia de una salida sin acuerdo sería la drástica disminución de los camiones que pueden acceder a la UE, ya que el número de vehículos se restringe hasta en cuatro puntos para operadores logísticos externos a la UE.
También preocupa a ambos lados del Canal de la Mancha la rapidez a la hora de atravesar las fronteras. El comercio entre las partes no va a desaparecer, es evidente, pero las cadenas de suministro se pueden ver gravemente afectadas si los camiones tienen que superar largas colas para atravesar las aduanas.
El IRU ya ha advertido en este sentido, instando a los negociadores de la UE y de Reino Unido a alcanzar en el menor plazo de tiempo posible un acuerdo amistoso de libre comercio que impida el bloqueo normativo y permita la circulación de vehículos pesados de transporte de mercancías por carretera.
Una línea seguida por varias asociaciones de transportistas, como la española ASTIC, que ha advertido de que “si se pone un control en cualquier frontera de 15 minutos de duración, la cola en cualquier punto alcanzaría los 1.000 kilómetros”. Un panorama de caos que, pese a todo, aún se puede evitar.
En noviembre se reanudan las conversaciones y, pese a las diferencias en algunos aspectos (especialmente en la igualdad de condiciones de competencia y pesca), la sensación es que puede llegarse a algún tipo de pacto. Deberá ser, eso sí, con premura, ya que el Parlamento Europeo está obligado a ratificar cualquier tipo de acuerdo.
Aun así, la recomendación general es que las empresas deben estar preparadas para cualquier desenlace. Y es que, incluso en caso de llegar a un gran acuerdo comercial entre el Reino Unido y la UE, no debemos olvidar que se producirán cambios profundos que deben estar resueltos. Al fin y cabo, es seguro que se establecerán nuevas fronteras con uno de los principales importadores y exportadores de Europa.
Según la aseguradora Euler Hermes, el impacto total de un Brexit duro en la eurozona podría ascender a los 33.000 millones de euros. Unos efectos que serán igual de devastadores para los británicos, cuya economía se contraería un 4,8% el próximo año, sus exportaciones se verían disminuidas un 15% y la inflación superaría el 5 % en los primeros seis meses de 2021. Un escenario que no es beneficioso para ninguna de las partes, y más en una nueva situación mundial marcada por la pandemia por coronavirus.