“Siendo mujer y chófer tienes que hacerlo todo bien, si no, te mandan para casa”

Conocí a María Belén Baldomir de casualidad, tras interceptar una consulta suya en el Buzón Jurídico sobre la Ley Macron. Algo me hacía sospechar, por su modo de hablar, que Belén sabía más de camiones de lo que aparentaba. ¡Y vaya sí sabía! Me encontraba ante una de las pocas mujeres asociadas de Wtransnet que van a bordo de una cabina. Quizás no deberíamos sorprendernos tanto cuando encontramos una mujer al volante de un tráiler pero la realidad es que no es tan común como puede parecer.

Natural de Carballo (A Coruña),  madre de dos hijos, María Belén lleva más de 14 años en el mundo del transporte como autónoma. Su ruta habitual es A Coruña – Bélgica para el cual tiene un viaje semanal con un cliente fijo.  Las vueltas no las tiene siempre cubiertas, de ahí que se asociara a Wtransnet en 2005. Es de las veteranas.

Las jornadas formativas de la Fundación Wtransnet nos han llevado recientemente a Vigo, de modo que no perdimos la ocasión de conocerla en persona. De haberme cruzado con ella en otro contexto, jamás hubiera dicho que era camionera, como ella misma se denomina. Su escaso metro cincuenta hace que cueste visualizarla maniobrando un camión. Consciente de ello, nos explica que cuando iba a la autoescuela a hacer prácticas todos se reían al verla ponerse en pie para hacer la clásica maniobra de examen de la “L”.

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Desde que nos hemos saludado, me muero de ganas de preguntarle cómo ha acabado siendo camionera. Me responde: “La clásica historia”. Lo primero que me viene a la cabeza es que procede de una familia de tradición transportista, ya sabéis, negocio familiar que pasa de padres a hijos, etc. Nada más lejos de la realidad: “Me metí en ello con mi ex-marido. Yo era modista y él soldador pero siempre le habían gustado los camiones. Nos sacamos los carnets y yo además me hice con el título de transportista. Nos compramos una cabeza tractora de segunda mano para trabajar al enganche. Cuando nos divorciamos, como el camión y la OT estaban a mi nombre, decidí quedarme con la empresa”. No fueron tiempos fáciles, ya que se vio sola para hacer frente a los pagos de la letra del camión:

“Tuve que luchar mucho para salir adelante, nadie se imagina lo que he luchado y sigo luchando”.

Entre risas añade que antes de él ya comía así que por qué no iba a ser capaz de seguir subiéndose al camión.  Y vaya si lo hizo, así son las gallegas.

No suele viajar sola, no porque no se sienta capaz, al contrario, pero la ruta que hace exige dos chóferes en cabina para poder conducir las horas reglamentarias y volver a casa en una semana. Contratar a un chófer tampoco ha sido fácil. El hecho de ser la jefa siendo mujer no siempre le ha facilitado las cosas: “Me ha costado lidiar con ellos. Con 14 años de ruta a mis espaldas, quieren ser ellos los jefes, hasta el punto de tener que decirles que parece que se han cambiado los papeles”.  – ¿A mí me vas a enseñar a llevar un camión? – Pues seguramente no, pero a moverte por ahí fuera, sí. Siempre responde. No suelen aceptar de buen grado que les diga que han hecho algo mal: “más de una vez he tenido que recordarles que soy yo la que paga”.

 

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También nos explica que a veces le ha resultado difícil contratar chóferes porque, siendo mujer y teniendo que pasar tantas horas en la cabina, algunos preferían no hacerlo por estar casados o tener pareja.

Además de estos inconvenientes y pese a reconocer que este mundo no está hecho para la mujer, nos dice no haber sufrido nunca discriminación y que ella prefiere trabajar con hombres “que son mejor compañeros”. Lo que sí reconoce es que siendo mujer te exigen más:

“Tienes que hacerlo todo porque, si no, te mandan rápido para casa”.

No sabe idiomas, pero ella se apaña. Dice que en español y con señas puedes llegar a cualquier parte. Un día su cliente le sugirió que aprendiera holandés y se buscó una profesora pero con esos horarios se le hacía difícil así que acabó con un curso grabado en casete escuchándolo en la cabina. Tiró la toalla.

Su semblante risueño y lleno de luz se oscurece un poco al hablar de las horas que pasas en la carretera, que dan para pensar mucho.

“La soledad, la falta de rutina, el no llegar a casa todas las noches, el marcharte un domingo y volver con suerte un jueves ¿qué vida es esa? Te tiene que gustar porque si no…, no lo aguantas”.  

A pesar de ello, le gustaría que alguno de sus dos hijos siguiera con la empresa: el mayor, de 26, empezó a sacarse el carnet e incluso obtuvo la capacitación, pero al final lo dejó porque con 22 años abrió su propia empresa. Y la hija menor, de 21, parecía interesarle de pequeña pero, tras sacarse el carnet de conducir, se desanimó. A pesar de no seguir sus pasos, sus hijos la apoyan muchísimo y saben que no es fácil lo que hace su madre. Pero quién sabe, la vida da muchas vueltas, María Belén, ¡que te lo digan a ti!

Por lo pronto, ella sigue al pie del cañón, o a bordo de la cabina, sin nadie que le tosa y con el mismo ímpetu de cuando empezó. Nos despedimos de ella. Gracias, Maria Belén, por tu testimonio. No estás sola, hay más mujeres al volante, las puedes conocer aquí.

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